Las canciones deben ser tristes, porque siempre hablan de desamor, de fracaso; cuando estás en ese momento, tan escaso en la vida, de pasión compartida, no se escribe, se vive

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martes, 25 de septiembre de 2012

Lo malo de los besos, que crean adicción.

Días soleados que conviertes en grises, días en los que la tristeza y la alegría viajan en el mismo tren. En los que inconscientemente te haces un poquito más de daño, tal vez intentando buscar una explicación a esa respuesta irracional que da tu cuerpo respecto a él, oyendo esas canciones... malditas canciones. O creyendo que con cada calada, avivas su recuerdo. Y al final con la ceniza se acaban mezclando unas cuantas lagrimillas  de nada... porque a estas alturas ni tienen mucho sentido ni mucha importancia. Algún que otro nudo en el estómago de vete tú a saber qué, si rabia, envidia, indignación, frustración... Pero al final te resignas, sacas fuerzas, y asumes que las cosas son como son, y casi nunca son como a ti te gustaría... te repites ese "you can't always get what you want" y prefieres amarrarte a "lo bueno de los años es que curan las heridas", obviando cómo continua el verso...  aún no confiando mucho en ello, aún susurrando "cuántas noches soñé que regresabas y en mis brazos llorabas por tu error", aún con esperanza de escuchar ese venga, para decir vale.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Dolores.

La verdad es, que por supuesto no iba a ser la última vez que se viesen. Pero hasta que eso ocurriera, si era cierto que pasaria mucho mucho tiempo. Y decidieron despedirse así; en el mismo lugar donde se dieron cuenta de que entre ellos había mucho más, donde decidieron mandarlo todo al carajo. Una botella de Tequila y ellos dos. Y en el último trago, no le rogó, en el último trago le lanzó una fugaz mirada desde sus grandes ojos a aquellos diminutos, entreabiertos y sin decir nada, se levantó tambaleándose y emprendió el camino a casa. Y en el último trago, se fue, a llorar por los mismos dolores.


lunes, 10 de septiembre de 2012

Que se llama soledad.

Con la ventana de par en par, vuelve el calor, no hay nadie en casa y aprovecha para montarse su pequeño y solitario antro, para llorar, emocionarse o reir, para llenar el cenicero, para ir en camiseta y punto. Dulce y a la vez amante e inoportuna soledad. En la habitación suena "Donde habita el olvido", como no. ¿Le habrá contagiado Sabina después de tanto tiempo, esa fijación por el olvido? Ha vuelto esa manía de escuchar, leer y ver entrevistas de Sabina por vigésima vez hasta las tantas de la madrugada... y eso es todo lo que hace. Y aquí está, tirada en la cama, subrayando versos de "Ciento volando de catorce" que le vuelan la cabeza... por fín empieza a sentir en su propia piel, muchos de ellos. 

Yo no creo que exista el olvido ni que deba existir. Yo creo que la vida se hace de escombros y de reescombros y de cenizas que siguen ardiendo. (...) Ellas bajan la persiana, cambian de página y la persiana ya no contiene nada. ¿Y qué te pasa a ti? Te pasa que llevabas años pensando que deberias dejar a esa chica para irte con la otra... hasta el momento en el que baja la persiana. Entonces te entra un amor renovado y apasionadisimo por esa chica que no te quiere ni ver. Y empiezas a hacer gilipolleces que atentan contra ti mismo. Empiezas a hacer lo peor. Mi vida consiste en eso... una gilipollez tras otra.