Las canciones deben ser tristes, porque siempre hablan de desamor, de fracaso; cuando estás en ese momento, tan escaso en la vida, de pasión compartida, no se escribe, se vive

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jueves, 28 de febrero de 2013

Colmillos y Púas; Ellos y Ellas

Había perdido la cuenta del tiempo que Lo llevaba encima. 30 meses, exactos. No se había movido, ni un milimetro, desde entonces. No había pasado un día sin mí. Se había despegado hace ya un tiempo, pero lo pegué con todas mis fuerzas, asegurándome de que nunca jamás volvería a soltarse de mi cuello... y riéndose de mí, aún permanecía ahí.
Ella sin embargo, no llevaba más que 6 meses mal contados. A diferencia de Él, que lucía satisfecho al rededor de mi cuello, siempre por encima de cualquier prenda de ropa, marcando pertenencia (ya no sé si yo de Él o Él de mí), gustaba a casi todo el mundo. Ella se pasaba los días bajo mi ropa, escondida, jugando entre mis sujetadores. Solo la luna la conocía, cuando los fines de semana, la sacaba a que le diera el aire, y la emparejaba con algún cigarrillo y unas rondas de chupitos gratis. Y la gente la miraba, me pedía permiso para cogerla, la acariciaba y yo les contaba de buena gana su historia. Y ya no sé si les gustaba ella o yo, aunque algún que otro insensato había jurado que ella y yo, éramos todo una.
Solo una persona me advirtió que un día, Él, mientras dormía, afilaría su blanca punta y se me clavaría tan fuerte en el corazón que me produciría una herida profunda que sería casi imposible de cerrar. Y yo no le creí. Yo Lo apretaba cada vez más fuerte en mi mano, hasta que un día cuando mis dedos fueron a acariciarlo, me di cuenta de que no estaba. Y lo busqué por todas partes, pero no apareció. Y Ella se puso feliz, porque pensó que por fín ascendería a mi cuello, pues estaba aburrida de mi pecho, ya se conocía todos los sujetadores de memoria, siempre le acariciaban las mismas manos y estaba contaminada con tanto humo. Pero no estaba preparada para que reemplazara el lugar de Él, asi que Ella  se quedó abajo, eso sí, la sacaba a la oscuridad más a menudo. Y con el tiempo, aprendí que no te puedes fiar de Ellas, pues parecen quererlas mientras les hacen el amor, pero luego acaban medio rotas, tiradas por el suelo de cualquier garito. Pero menos te puedes fiar de Ellos, que se te clavan en el pecho cuando menos te los esperas o peor aún, desaparecen, y entonces, ya no importa que quieras abrazarlo con todas tus fuerzas, porque jamás vuelve. 


2 comentarios:

  1. Creo que deberías escribir más, de verdad, por lo menos hay algo bueno que leer por ahí de vez en cuando. Pásate por el mio y me dices que te parece la segunda entrada.

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