Cuando se despertó no recordaba nada de la noche anterior. "Demasiadas cervezas", dijo al ver mi cabeza al lado de la suya en la almohada y la besé otra vez, pero ya no era ayer, si no mañana. Y un insolente sol como un ladrón entró por la ventana. El día que llegó traía ojeras malvas y barro en el tacón. Desnudos pero extraños, nos vio roto el engaño de la noche, la cruda luz del alba que era la hora de huir y se fue sin decir "llámame un día". Desde el balcón la vi perderse en el trajín de la Gran Vía. Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, una vez me contó un amigo común que la vio... donde habita el olvido.
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